12.03.2008

UNA MUJER DESNUDA. Lola Beccaria

Esta es una novela erótica y no por ello deja de tener calidad literaria e incluso mensaje social. De hecho, su autora es asesora de la Real Academia de la lengua española. El tema es muy peliagudo, pero ella logra tratarlo tanto con naturalidad como con diplomacia, arrojándonos verdades como puños. Creo que este es uno de los mejores comienzos que he leído. Es muy difícil no estar de acuerdo con lo que nos dice y nos atrapa así, para meternos dentro de la novela sin ningún escrúpulo. Os dejo parte de la introducción y a ver si no opináis lo mismo que yo:
Emitir juicios de valor es sencillo, mucho más que no hacerlo. Cómo no practicar ese deporte cuando llevamos a rastras, cosidos a nuestras carnes, un saco de prejuicios con que viajamos a todos lados. En realidad ni nos pertenecen ni venimos con ellos de fábrica. Nos los hemos ido comiendo sin sentir, día tras día desde la infancia. Cuestión de mera supervivencia infantil fue tragarse ese indigesto menú entonces; pero en nuestras manos adultas está buscar otros manjares que sí nos lleguen genuinamente al corazón del gusto. Por qué, en cualquier caso, lo cierto es que nuestros prejuicios, por más que los usemos para intentar poner etiquetas al comportamiento de los demás, no hacen sino gritar a los cuatro vientos quiénes somos, o más bien, quiénes hemos dejado que nos hagan ser.
De todas formas, solo me interesan los prejuicios en la medida en que pueden hacernos tristemente infelices. Quizá esa es la materia de esta historia. Una moral estrecha y pacata es el cinturón de castidad de nuestro placer, y hay gente que no se lo desabrocha en la vida, en buena parte porque el aparato no viene con manual de instrucciones. Estoy por asegurar que si supiéramos la combinación del candado, los vertederos y desguaces estarían ahora mismo al completo, abarrotados de tan inadecuadas prendas, Pero el día en que nos las pusieron, arrojaron la bendita cifra de su apertura al pozo de los deseos, y nos dejaron inexorablemente ataviados con las bragas de nuestro castigo. Y a cambio de nuestra felicidad, como premio de consolación, solo nos queda juzgar, señalar con el dedo, acusar, escandalizarnos, crucificar al prójimo, practicando la censura como sucedáneo de la vida.
Por eso desde aquí busco conectar con esa zona oculta que todos llevamos dentro, el jardín más bello, el auténtico. Hacer una fisura en la coraza de vuestros corazones y colarme por ella. Invadir esa parte prohibida, olvidada, tapiada, censurada, Traspasar vuestras barreras y haceros mella en la piel.
No pretendo afirmar que estáis mal follados, Pero tal vez sí. Lo estáis. Lo estamos todos. Mal follados y peor seducidos. Si por follar entendemos el acto sexual, es posible que muchos de vosotros pudierais protestar. Yo no sé lo que ocurre en cada cama o en cada asiento trasero de todos los coches del mundo, o debajo de cada puente al orgasmo, es cierto; desconozco los detalles concretos de la vida sexual de cada uno, pero sé de mi experiencia, y mi experiencia no es única. No estamos mal follados solo de cintura para abajo, estamos mal follados de cuerpo entero, porque el deseo humano no es solo sexual, y el deseo no sexual que no se satisface puede producir la misma cara agria que la falta de un buen polvo. En ese sentido nos hace falta un buen meneo a todos, no hay duda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

pues sí, lo comparto